domingo, 25 de diciembre de 2011

Y Próspero Año Nuevo






Amén

Cómo explotando secamente el dolor del reino inyectado
en sonidos-luces de túneles desnudos y madrugadas de cobalto y
babas malignas en lo continuo del latón y el papel periódico:
ronquido, razón enquistada,
amadísimo virus.
El subterráneo fruto de la savia de dios..

Recalando ordinales comunicados desde la central.
Se exprime el sexo cruzado y se esgrime
temerario el crimen y el canto pactado
con mis reflejos mundiales ingrávidos
en cámaras de privación.
Serial. Vía electrónica. Bocanadas de cáncer
Ruido. Ruido...
¡Clamando por más!

Los cuerpos regados.
(Los cuerpos)

Que en su divina despersonalización
los diamantes escatológicos ordenen cromos sin número
y se aferren torpemente a los locos personajes
de su futura fábula real.
El etéreo rebrote de la miasma de dios.

* (foto 1)
-----------------------------------------
* Cortesía "Rita la Caimana" (and John)

viernes, 18 de noviembre de 2011

Aquarela Blues




Como un crujir de huesos arrancados al común
de una espalda todavía útil en la antigua falta
La culpa: arar.

He de verme retratado en lo irreal
del suelo y el sintético cascajo en esta
última tarde de las resistidas casonas,
barrios que contó Ribeyro .
Anciana grúa insecto
Obsesión, rigor .. Rigor
Fueron siempre las huérfanas palabras
Lo orado ante la telepantalla azul de la miseria edulcorada
La noche se ha hecho temblor y sudor frio
amarillas falanges
Disturbios en la avenida Mente
Recetas para ya no estar.

Aritmética salina en la alineación astrológica y nomenclatura
Moral: “..mas dos igual..”

He de verme reflejado en mis colores
Cenizos de terapia y letargo
Sentido y harapos
Los acordes del bajo preciso y coronario
La muerta hora de la marcha
y lo irreal
de los ripios los cantos lo árido
de una mañana de exponente imaginario
y una puta camisa … sin planchar.

viernes, 28 de octubre de 2011

tarde temblor kraut kif

No señor.
No es la flaqueza de los contextos en los diálogos
necios y cajones apolillados de tanto tontear
Mucho menos, son, los ritos licántropos, el blues en todas sus violáceas formas
O nuestra amadísima magia negra.
Mujer.
La piscina se limpia mientras el aquelarre aun saca la lengua desde la retina del Never More
Y hasta lo podría entender si de pronto la rosa hablase
O la revista televisada practicara posturas genuflexas
Mientras inunda naciones de tanta cosa
dis - ociante
Los muertos LOS MUERTOS
Sin duda alguna
Soy otro criminal más.
Distraído por el agua caliente
Las luces virtuales
Y lo lascivo y procaz de esa pantalla
En efectivo: imaginaria
Palabras de doblepensante
Inacabable morada … por fijar

jueves, 20 de octubre de 2011

Palabra de Rimbaud



Qu’est-ce pour nous, mon cœur, que les nappes de sang
Et de braise, et mille meurtres, et les longs cris
De rage, sanglots de tout enfer reversant
Tout ordre; et l’Aquilon encor sur les débris

Et toute vengeance? Rien!... Mais si, tout encor,
Nous la voulons! Industriels, princes, sénats,
Périssez! puissance, justice, histoire, à bas!
Ça nous est dû. Le sang! le sang! la flamme d’or!

****************************************************

Corazón mío ¿qué nos importan las capas de sangre
y de brasa, y los mil crímenes, y los interminables gritos
de rabia, esos llantos de cualquier infierno que derriban
cualquier orden, y el Aquilón gimiendo aún sobre las ruinas

y venganza alguna? ¡Nada! … Más, sí, a pesar de todo,
¡la deseamos! Industriales, príncipes, senados,
¡Pereced! ¡Abajo el poder, la justicia, la historia!
Es una deuda pendiente. ¡La sangre! ¡La sangre! ¡La llama dorada!

jueves, 29 de septiembre de 2011

Capítulo III (palabra del señor)



3

El tercer cigarrillo del insomnio se quemaba en la boca de Horacio Oliveira sentado en la cama; una o dos veces había pasado levemente la mano por el pelo de la Maga dormida contra él. Era la madrugada del lunes, habían dejado irse la tarde y la noche del domingo, leyendo, escuchando discos, levantándose alternativamente para calentar café o cebar mate. Al final de un cuarteto de Haydn la Maga se había dormido y Oliveira, sin ganas de seguir escuchando, desenchufó el tocadiscos desde la cama; el disco siguió girando unas pocas vueltas, ya sin que ningún sonido brotara del parlante. No sabía por qué pero esa inercia estúpida lo había hecho pensar en los movimientos aparentemente inútiles de algunos insectos, de algunos niños. No podía dormir, fumaba mirando la ventana abierta, la bohardilla donde a veces un violinista con joroba estudiaba hasta muy tarde. No hacía calor, pero el cuerpo de la Maga le calentaba la pierna y el flanco derecho; se apartó poco a poco, pensó que la noche iba a ser larga.
Se sentía muy bien, como siempre que la Maga y él habían conseguido llegar al final de un encuentro sin chocar y sin exasperarse. Le importaba muy poco la carta de su hermano, rotundo abogado rosarino que producía cuatro pliegos de papel avión acerca de los deberes filiales y ciudadanos malbaratados por Oliveira. La carta era una verdadera delicia y ya la había fijado con scotch tape en la pared para que la saborearan sus amigos. Lo único importante era la confirmación de un envío de dinero por la bolsa negra, que su hermano llamaba delicadamente «el comisionista». Oliveira pensó que podría comprar unos libros que andaba queriendo leer, y que le daría tres mil francos a la Maga para que hiciese lo que le diera la gana, probablemente comprar un elefante de felpa de tamaño casi natural para estupefacción de Rocamadour. Por la mañana tendría que ir a lo del viejo Trouille y ponerle al día la correspondencia con Latinoamérica. Salir, hacer, poner al día, no eran cosas que ayudaran a dormirse. Poner al día, vaya expresión. Hacer. Hacer algo, hacer el bien, hacer pis, hacer tiempo, la acción en todas sus barajas. Pero detrás de toda acción había una protesta, porque todo hacer significaba salir de para llegar a, o mover algo para que estuviera aquí y no allí, o entrar en esa casa en vez de no entrar o entrar en la de al lado, es decir que en todo acto había la admisión de una carencia, de algo no hecho todavía y que era posible hacer, la protesta tácita frente a la continua evidencia de la falta, de la merma, de la parvedad del presente. Creer que la acción podía colmar, o que la suma de las acciones podía realmente equivaler a una vida digna de este nombre, era una ilusión de moralista. Valía más renunciar, porque la renuncia a la acción era la protesta misma y no su máscara. Oliveira encendió otro cigarrillo, y su mínimo hacer lo obligó a sonreírse irónicamente y a tomarse el pelo en el acto mismo. Poco le importaban los análisis superficiales, casi siempre viciados por la distracción y las trampas filológicas. Lo único cierto era el peso en la boca del estómago, la sospecha física de que algo no andaba bien, de que casi nunca había andado bien. No era ni siquiera un problema, sino haberse negado desde temprano a las mentiras colectivas o a la soledad rencorosa del que se pone a estudiar los isótopos radiactivos o la presidencia de Bartolomé Mitre. Si algo había elegido desde joven era no defenderse mediante la rápida y ansiosa acumulación de una «cultura», truco por excelencia de la clase media argentina para hurtar el cuerpo a la realidad nacional y a cualquier otra, y creerse a salvo del vacío que la rodeaba. Tal vez gracias a esa especie de fiaca sistemática, como la definía su camarada Traveler, se había librado de ingresar en ese orden fariseo (en el que militaban muchos amigos suyos, en general de buena fe porque la cosa era posible, había ejemplos), que esquivaba el fondo de los problemas mediante una especialización de cualquier orden, cuyo ejercicio confería irónicamente las más altas ejecutorias de argentinidad. Por lo demás le parecía tramposo y fácil mezclar problemas históricos como el ser argentino o esquimal, con problemas como el de la acción o la renuncia. Había vivido lo suficiente para sospechar eso que, pegado a las narices de cualquiera, se le escapa con la mayor frecuencia: el peso del sujeto en la noción del objeto. La Maga era de las pocas que no olvidaban jamás que la cara de un tipo influía siempre en la idea que pudiera hacerse del comunismo o la civilización cretomicénica, y que la forma de sus manos estaba presente en lo que su dueño pudiera sentir frente a Ghirlandaio o Dostoievski. Por eso Oliveira tendía a admitir que su grupo sanguíneo, el hecho de haber pasado la infancia rodeado de tíos majestuosos, unos amores contrariados en la adolescencia y una facilidad para la astenia podían ser factores de primer orden en su cosmovisión. Era clase media, era porteño, era colegio nacional, y esas cosas no se arreglan así nomás. Lo malo estaba en que a fuerza de temer la excesiva localización de los puntos de vista, había terminado por pesar y hasta aceptar demasiado el sí y el no de todo, a mirar desde el fiel los platillos de la balanza. En París todo le era Buenos Aires y viceversa; en lo más ahincado del amor padecía y acataba la pérdida y el olvido. Actitud perniciosamente cómoda y hasta fácil a poco que se volviera un reflejo y una técnica; la lucidez terrible del paralítico, la ceguera del atleta perfectamente estúpido. Se empieza a andar por la vida con el paso pachorriento del filósofo y del clochard, reduciendo cada vez más los gestos vitales al mero instinto de conservación, al ejercicio de una conciencia más atenta a no dejarse engañar que a aprehender la verdad. Quietismo laico, ataraxia moderada, atenta desatención.
Lo importante para Oliveira era asistir sin desmayo al espectáculo de esa parcelación Tupac-Amarú, no incurrir en el pobre egocentrismo (criollicentrismo, suburcentrismo, cultucentrismo, folklocentrismo) que cotidianamente se proclamaba en torno a él bajo todas las formas posibles. A los diez años, una tarde de tíos y pontificantes homilías histórico-políticas a la sombra de unos paraísos, había manifestado tímidamente su primera reacción contra el tan hispanoítalo-argentino «¡Se lo digo yo!», acompañado de un puñetazo rotundo que debía servir de ratificación iracunda. Glielo dico io! ¡Se lo digo yo, carajo! Ese yo, había alcanzado a pensar Oliveira, ¿qué valor probatorio tenía? El yo de los grandes, ¿qué omnisciencia conjugaba? A los quince años se había enterado del «sólo sé que no sé nada»; la cicuta concomitante le había parecido inevitable, no se desafía a la gente en esa forma, se lo digo yo. Más tarde le hizo gracia comprobar cómo en las formas superiores de cultura el peso de las autoridades y las influencias, la confianza que dan las buenas lecturas y la inteligencia, producían también su «se lo digo yo» finamente disimulado, incluso para el que lo profería: ahora se sucedían los «siempre he creído», «si de algo estoy seguro», «es evidente que», casi nunca compensado por una apreciación desapasionada del punto de vista opuesto. Como si la especie velara en el individuo para no dejarlo avanzar demasiado por el camino de la tolerancia, la duda inteligente, el vaivén sentimental. En un punto dado nacía el callo, la esclerosis, la definición: o negro o blanco, radical o conservador, homosexual o heterosexual, figurativo o abstracto, San Lorenzo o Boca Juniors, carne o verduras, los negocios o la poesía. Y estaba bien, porque la especie no podía fiarse de tipos como Oliveira; la carta de su hermano era exactamente la expresión de esa repulsa.
«Lo malo de todo esto», pensó, «es que desemboca inevitablemente en el animula vagula blandula. ¿Qué hacer? Con esta pregunta empecé a no dormir. Oblomov, cosa facciamo? Las grandes voces de la Historia instan a la acción: Hamlet, revenge! ¿Nos vengamos, Hamlet, o tranquilamente Chippendale y zapatillas y un buen fuego? El sirio, después de todo, elogió escandalosamente a Marta, es sabido. ¿Das la batalla, Aduna? No podés negar los valores, rey indeciso. La lucha por la lucha misma, vivir peligrosamente, pensá en Mario el Epicúreo, en Richard Hillary, en Kyo, en T.E. Lawrence... Felices los que eligen, los que aceptan ser elegidos, los hermosos héroes, los hermosos santos, los escapistas perfectos».
Quizá. ¿Por qué no? Pero también podía ser que su punto de vista fuera el de la zorra mirando las uvas. Y también podía ser que tuviese razón, pero una razón mezquina y lamentable, una razón de hormiga contra cigarra. Si la lucidez desembocaba en la inacción, ¿no se volvía sospechosa, no encubría una forma particularmente diabólica de ceguera? La estupidez del héroe militar que salta con el polvorín, Cabral soldado heroico cubriéndose de gloria, insinuaban quizá una supervisión, un instantáneo asomarse a algo absoluto, por fuera de toda conciencia (no se le pide eso a un sargento), frente a lo cual la clarividencia ordinaria, la lucidez de gabinete, de tres de la mañana en la cama y en mitad de un cigarrillo, eran menos eficaces que las de un topo.
Le habló de todo eso a la Maga, que se había despertado y se acurrucaba contra él maullando soñolienta. La Maga abrió los ojos, se quedó pensando.
—Vos no podrías —dijo—. Vos pensás demasiado antes de hacer nada.
—Parto del principio de que la reflexión debe preceder a la acción, bobalina.
—Partís del principio —dijo la Maga—. Qué complicado. Vos sos como un testigo, sos el que va al museo y mira los cuadros. Quiero decir que los cuadros están ahí y vos en el museo, cerca y lejos al mismo tiempo. Yo soy un cuadro, Rocamadour es un cuadro. Etienne es un cuadro, esta pieza es un cuadro. Vos creés que estás en esta pieza pero no estás. Vos estás mirando la pieza, no estás en la pieza.
—Esta chica lo dejaría verde a Santo Tomás —dijo Oliveira.
—¿Por qué Santo Tomás? —dijo la Maga—. ¿Ese idiota que quería ver para creer?
—Sí, querida —dijo Oliveira, pensando que en el fondo la Maga había embocado el verdadero santo. Feliz de ella que podía creer sin ver, que formaba cuerpo con la duración, el continuo de la vida. Feliz de ella que estaba dentro de la pieza, que tenía derecho de ciudad en todo lo que tocaba y convivía, pez río abajo, hoja en el árbol, nube en el cielo, imagen en el poema. Pez, hoja, nube, imagen: exactamente eso, a menos que...

Julio Cortázar (Rayuela)

jueves, 15 de septiembre de 2011

http://www.youtube.com/watch?v=xzsvi9C7rdw




http://www.youtube.com/watch?v=xzsvi9C7rdw

Hastío.
Digitando los frutos - inventados en la inocente indisciplina
alineando monedas eternas en estas flores pálidas falanges
vaginas y recortes del diario para colorear
discos rayados
y fenómenos del pan
Oh savia.
Savia mía.

El cuerpo no cuaja
O la razón se pudre
sin llegar a madurar

(ten amor propio y desperdicia milenios
Hubiera dicho tal vez el poeta
Bebe, recita, muere)

pero la noche continúa sin nuestro efímero control
desbocada y abierta (los otros, los otros)
y la mordida de los perros acteónicos
nos deja petrificados en el aquelarre idiota de una habitación vacía

Y el alma no perdura
El alma ..

Conversaciones cada tanto.
Luz.
No luz.

Olfateando los restos,
Relámpagos de la otra memoria
Apretando la sonrisa del culo
Nos saludamos por el temor al tiempo de la tempestad
El ruido entre techo y techo
El luto por esta tarde puerta que entre los minutos se me ha desprendido de lo orado

Vacuidad.

(bajos, voz fémina, televisor)

jueves, 8 de septiembre de 2011

Borrador guardado automáticamente a la(s) 9:39

ahora es que regreso
avenida garúa mañana de setiembre
bailando con mis muertos
hablándoles
baladas del aletargamiento
deseo

Borrador guardado automáticamente a la(s) 9:04 a.m.

recurrente Neo Lenguaje
hoy no quiero echarme a caminar
las cartas los coitos los solos
capítulos del Rayuela
sin Magas para implosionar
desarreglo

Pero el amor, esa palabra...


He dado y no en el clavo del mundo
solo un peldaño y eso
y las dos voces
y todas las cicatrices
y las pocas virtudes del tiempo
momento triunfante desconcierto
remedo

ahora es que regreso
avenida...
Borrador...
Pero el amor...
Regreso





lunes, 5 de septiembre de 2011

QUIERO HACER QUE SUENE!!!







No hay definición alguna que me represente

Que me resuma.

Que hable por mí.



Pero la música,

Ese maravilloso código cósmico,

Ud. Lo ha dicho:

“Lo es todo”



Me pienso, ya no tan lejos

Arrojando inexpresivo, deshabitado

Y cenizo,

Los últimos acordes y

mis posibles trescientos

al mar de los sargazos de mi Absurdo Absoluto

bien amado



Seda en el viento de cubierta

Telepantallas y mensajes cifrados.

Para encantar



Existencias paralelas giratorias

Delicados universos míticos

aleatorios

monstruosos

humanos

.


jueves, 1 de septiembre de 2011

PC CHIP 24MT



**//** - *

Nosotros
Ese paso recurrente por pensamientos equívocos
(bad things in the head)
Los días
Esos cuarteles de invierno
Esa cuenta que saldar

Mundial
Espacial
Gélida
Translucida y física
Órgano binario en ballets electrónicos
Estúpidos y casi divinos

La ventana da contra una mañana muy sucia
Una bruma garúa amable que deja (o disimula) ver
Lo gastado de los verdaderos colores.

Sectorizaciones del blues y el jazz

Me opongo a la negación del ocio.
La traición del hermano y el olvido de la madre.

¡Ah vaya familia de salvajes!

deliciosa aspid del bien
y del mal.

viernes, 26 de agosto de 2011

Yajua!








“Aquí gritos”

Antonin Artaud


Pantalla completa

Sisyphus

Un silbido alternando entre los claxons

pájaros .. el parque .. lo lejos

luego todo fue claramente descentrado

y se exagera y se despelota cansinamente por el adoquinado tiempo

(tiempo, tiempo , (bis))

Programas para tenias sonoras

Y martillos para monerias.

Craneal.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Emisario

Ayer mientras se celebraba la partida al Never More del padre de un hermano de luna, entre chelas y silencios de humareda, arenisca de colores y esperanza de nada, el cófrade me describió pasajes muy morados (casi tiniebla) entre velos y amapolas y barcos muy, muy ebrios. Imaginé, como era de esperarse, el lívido paisaje de un vampiro hembra. Hoy, A Whiter Shade of Pale me place y me educa en lo púrpura de la garúa, que ya se enciende noche. Tránsito velero. Os veo. Gracias, indesmayable gracias.

martes, 26 de julio de 2011

Ojo de pez (adorno abisal)





1
La noche avanza en planetaria caravana y ya casi es la una del nuevo día. Admito que al tercer segundo eché el uniforme y el discurso hipnótico de la tierra cóncava en la inmersión añorada, al efluvio marino de la bruma de otoño, oleaje de avenida, luz azul, mujer, solo... La cereza feliz alumbra, caleidoscópica, las falanges translúcidas, y ya no me quedo, rictus de abandonos en el rostro magro y molestias transpiradas en el socavón electrónico acarician el cabello del que se desploma con dulzura sobre los ficus de la abuela y el patio de paredes carcomidas .. por el agujero universo... la correspondencia sonora no asegura resurrección alguna pero retiene lágrimas y arroja pétalos de ser, hermano, hermano mío, derramándose en amores y cielos untuosos escarlatas.. aahh nuestra adorada Extasíndrome, detente, te lo pido, muéstrame los fuegos de los antiguos aquelarres, yo te lo pido, acomódame en el vértice ondulado de tu playa lunar y siénteme la respiración en la piel monumental, estremecida a veces, por los rayos de Marte, la alucinación divina, las hormigas utópicas.


2
Alguna vez hubo una brisa limpia alucinógena de todo mal y un fusil rastrillado en la memoria de, ahora (parece), tan pocos. Noches de bruma psicodélica de circulinas y cerezas podridas para escapar procreando las confesables fábulas que visten y lustran (¡Oh mi adorada Extasíndrome!) nuestra inexplicable historia. Nuestra no - nata FE. Jardín del mástil cósmico y tribal, de ojos nuevos y vestales mandrágoras invisibles, añorantes.
La luz ondulante se enreda y acomoda en la alambrada tersa tendida entre la razón y la idiotez, allí, donde las generaciones onanistas calculan abismos y cuadran el círculo retratando instancias que otros tantos ven y no ven y casi siempre se está a solas con la humana bestia, planeando lento sobre esos sentidos kilowatios guitarreros, extrañando ausentes, idénticos de espíritu (y ser), aun cuando los muertos no se han ido. Vacío. Presto a camotear al prójimo, en absoluto próximo. Pobres y tristísimos. Todos nosotros.
La inutilidad de nuestros pedos se habrá ganado (a punta de macanazos y horas extras) el gorrito del mes, las dosis y el kaki overol de eterno pasajero.
Miradas que aguardan. Gestos que descifran. Sobre_todos puestos hermano mío. Bien puestos. Lo veo. Los veo.


3
Lo he extraviado. Con exactitud: lo he extraviado todo. Al principio fueron solo celulares, tarjetas de crédito, una o dos billeteras y prendas cuyo valor solo yo podía considerar apreciable. Con el tiempo se empezaron a sumar pérdidas más significativas como la vez que le extravié a una ex novia (tal vez el termino sea exagerado) un folder con documentos de identidad, pasaportes, formatos de la embajada, una que otra declaración jurada, fotos y certificados de todos los tamaños y colores. La recuperación, penosa y larga de esas instancias que las gentes urgidas de migración requieren, será ahorrada por lo fácilmente imaginable del infierno burocrático y económico (sobre todo) que tales situaciones conllevan. Luego (paralelamente), y como era de esperarse, vinieron los viajes sin retorno de poemas, borradores de libros, libros, videos y todo tipo de artículo, prenda o como apropiadamente le oí llamar a Denegri: mentefactura conseguidos con no poca dedicación (¿devoción?)
Con sabor a desvarío frio y color de techo garuado como por sobre el luto de mi mujer (acaba de perder a la abuela) que se aleja, ausente entre los caterpilas y los edificios -panal. Chupando hasta la resina de otro de esos absurdos-absolutos, me quedo saboreando las tres o cuatro palabras que formaban el título de mi último, y ya inalcanzable, olvido. ¡Ah!, ese podrido papel extraviado y sus cosmológicas consecuencias (imagino a mi amigo Miguel haciendo mueca de viejo maya estudiando el cielo acribillado de estrellas); Solo una concentración tan fina como la de Wrigth en Love Scene (Take 1) puede tornar reversibles (hablo de mañanas como esta) los palideceres de mi ciudadana - oceánica, mundial - voz. Y aunque la emoción sin borde y la paz inventada no duran lo que un Set List cimarrón, durante una brevedad diríase infinita, lo tengo. Lo tengo y es justamente por eso que ya se está yendo, al igual que yo, es hermético y no se deja atrapar y se pierde entre las cuentas, inexactas por siempre, y mis respiros que, sin mucha disciplina, aprenden a calmar. Pero el ruido de los espejos permeables dispersa los cuerpos increados en dimensiones precariamente elucubradas. Me entrampo con esto y pienso, con algo de coherencia y no poco esfuerzo, en los alcances de la antología de Rudy. Un poeta muerto hace poco más de tres años. Un libro al comienzo de la década. Un libro al intermedio y un libro a poco más del final. Tres libros. Un libro. Probablemente el objeto manufacturado más inútil y mal barateado que esta otra razón pueda tener (este otro orden, este otro tiempo). Le doy una y otra vuelta al asunto, bajo los sopores mágicos, la luz plomiza tras las cortinas, el café, las torrecitas apiladas (de 10 en 10) hasta la mitad de la mesa y a estas alturas no puedo dejar de pensar ya (nuevamente) en la impostergable alienación de nuestros bien amados, sus nombres propios, Poe, Artaud, Rimabaud, Pinky, Kubrick, Van goh, Betty Blue, Alex Boy, Travis, todos ficticios, todos reales. Qué más da.
- Aló?
- Oe, ¿qué haciendo?
- Pues aquí llegando al cole. Esperando que suene la primera hora. Y tú donde andas?
- En el hospital pues huevón? ¡Donde más?
- Chucha, cierto. Sorry man. Tú sabes cómo voy
- Cáete más tarde ps tío.
- Dale. Saliendo de aquí. Golpe de cuatro.
- Ya listo
- Te veo.
Martilleos, taladros, cláxones, el televisor. el teléfono y todos los medios de telecomunicación en su eficaz labor de incomunicar, camiones enormes que a veces terminan bajándose los inferiores 15 o 20 cm del puente de la avenida La Marina con la avenida Brasil, tan solo para interrupción de noticias y programas para irreflexionar. Finalmente, y como broche de un oro fecal, la puntualidad de esa terrible, terrible hora de desaprenderlo todo (Justo, ¡Justo!). Justo cuando a estas alturas ya se está por los Sysiphus del Ummagumma. Tal vez en la tarde. Tal vez
Lo he extraviado. Con exactitud: lo he extraviado todo. No sé cuál es la lección. Dejo el ordenador reproductivo. Atmósfera de seres muy extraños. Sonido, colores del planeta. Día uno, dos.. ad de profundis.
A aprender a invocar la magia, (la fe, la bronca, la paciencia) y a tomarla sin tregua de ninguna clase. Que el cuadro sea esa formidable mitología que chorrea por los ojos de uno que pasa, cualquiera que pasa. La quietud del súcubo poseído por el espejismo cifrado. Mi espíritu, todavía extraviado.


4
Realmente emotivo había sido el compartir de aquella noche de boleros blues y poemas recitados en nombre de uno de nuestros muertos. Galopar por sobre imágenes sin cronología ni secuencia alguna, la pipa repleta, el ron con la jarra de café, la penumbra de unos cuantos reunidos alrededor de un fuego, ceñida por la ciudad que a su vez es abrazada por el océano.
El cántico ya sin tiempo, el blues de los amigos, a pesar de todo, cuadro de un oscuro renacimiento, Los muertos ¡Los muertos!. Crujiente de luz en los ojos ajenos. Míos. La alborada ebria y la radio caída junto con la capa de galeones opiáceos, Rudy encalla de pronto a dos pasos de la farmacia. Mismo nosocomio, mismo siquiatra, tabletas para dibujar. Una canción de varios meses. Tardes en altamar… El loco cajonea, doy la voz. Los ya invocados estamos. Bien.
Ya somos fiesta dionisiaca, ya somos fauno y bruja y hombre sin alma por extraños conjuros traspasado, óbolos del pasado mítico, escenas que aun recuerdo.
El resto de la historia me la sabía más o menos de forma exacta. Solo me faltaba una de las escenas, la primera. Sabía, por ejemplo, que Rudy y Juan Ramón buscaron a Renato en sus adolescentes y bravos dominios de Palomino allá por el lejano ochenta y ocho en una tarde noche que entre caña y caña jamás sufrió de adulteraciones o versiones antojadizas. Los tres se miraron, se reconocieron, unieron fuerzas cuales mosqueteros anárquicos y dieron inicio a la elegante malcriadez, al lúcido sueño, a esa feliz enfermedad llamada Cultivo.
Sí, pero eso fue unos días después. La alineación que hizo posible (al menos tal como yo lo conocí) la adorabilísima década de los noventas, con su colchón, tronado, mágico y pendenciero, su mandrágora compañera, sus juglares stones, su batuta dios y todos, todos los vivos mitos que poblaron nuestro inverosímil reino de arte, drogas y amor.
Todo eso comenzó el día que Juan Ramón salió por su ventana, mariguado, floydiado, antiguo y convencido como siempre de que tiene que hacerse algo. Rudy, vereda en frente, Fernán al lado, enfundado en la bata más fiel que se ha podido apreciar (se la vi hasta el final, ya sin otro color más que el de la ceniza) enfrascado seguramente en una conversación sobre Baudelaire o Borges con Fernán (el único a quien le he sentido hacer un mano a mano decente de algunos poemas de las flores…) de pronto se ve interrumpido por lo que los esotéricos y creyentes de cualquier credo podrían catalogar como la llamada del mal… el demoniaco Juan Ramón.
- ¡Oye! ¿Tú eres Rudy, no?
- Sí. – respondió Rudy. Y en los segundos de espera entre Juan Ramón en su ventana y Juan Ramón estrechándole la mano, las miradas (es probable que algunas palabras también) que se cruzó con Fernán, oscilaron entre el desconcierto y la algarabía.
- Yo soy Juan Ramón – dijo Juan Ramón, estrechándole la mano a ambos. – he oído que escribes poesía y te he visto algunas veces con una guitarra…
- Ah sí, pues, la poesía… esa dama misteriosa. Rudy esbozó un par de frases descriptivas y metafóricas con respecto al arte pero no dejó de notar el particularísimo aspecto del personaje que le acababa de abordar.
El loco se mandaba una traza en donde ya se veían varios Tutuguris a cuestas y hasta es posible que algunos de sus actuales pasillos – blues – trot merodearan ya su afiebrado seso. Lo de Juan Ramón era simplemente un espectáculo tan provisto de iluminación, locura y singularidad que era difícil no sentirse intimidado bajo ese ojo dominante que nada dejaba a la imaginación ni al olvido.
Los detalles de la conversación es probable que los haya olvidado en el mismo instante que los escuchaba o que sencillamente no hayan sido narrados, lo cierto que la primera piedra estaba puesta. Veinticuatro años después se encendía otra pipa, se agenciaba otro ron, nuevos y viejos discos giraban, picaban y planeaban en torno al libro de uno de los miembros, muerto hace tres años y alturas de Ícaro, invento de Dédalo, revoluciones del tiempo. ¿Dónde estábamos?


5
Siempre se podrá relativizar un hecho. Cualquier hecho. Los acontecimientos, aleatorios por naturaleza, aunque asome lo irónico, terminarán perdiendo la pobre lógica que se le quiera, o pueda acuñar. Conclusión: Tan solo una distorsión de las instancias. La emoción de cada uno será el color que finalmente se aplique sobre los lienzos en blanco (por así decirlo) de las memorias, la aorta, los vellos y los días. Hermano.
Por eso fue que se terminó rompiendo el techo y las paredes repentinamente rosas giraron. El concierto, el hombre budín, y todos los matorrales que se nos dio la gana desfilaron en nuestra química telepantalla . Y qué decir: Desahuciadamente hermoso.
De pronto, lo otro pasaba, -se soñó con el otro paraíso- lo dije entre pomo y pomo hermano, ellos son los otros ángeles y están caneando, ¿Ciro?, entre 20 a 25 años chambeando en esto, el sueño y la realidad son el mismo juego de impresiones pero en otro orden, le ofrecieron un sueldo vitalicio y el tío Romualdo, no. Todavía hay tíos así. A veces se hablan con los muertos. Sin respuestas nos miramos. Y sin embargo, lo otro está pasando. Lo otro está pasando.
Y corre el humo de la macoña entre el aire acuoso y plomizo de nuestra ciudad encantada, entre los muslos rapados de tres travestis tan en lo suyo como nosotros en nuestro chocolate - soma mal empaquetado, las calles son ahora corredores de la casa roída por murmullos y misterios, y esos otros dos, que también vienen fumando lo saben, y comparten, eso, por sobre todo. Se apaga. Casi hay un choque. Un gato mira hacia la esquina. Media vuelta. Ya corre. Vamos. Por más.
Se nos destapa la olla, el quiebre esta vez es del alma y venas y huevos y textos envolviendo lo que no tenemos. Quien es quien en esta taquicardia calma. Somos perros humanos después de dos guerras mundiales y una tercera que estalla a diario detrás de los conceptos, la metafísica y las mutantes niñas nacidas en los diarios. ¿Qué espero?. Las luces altas de un caimán moderno en nuestro rostro raudo. La parca hermano. La parca.
Ya fue. Lo admito, tengo los ojos empañados. De nada me sirven las rodillas firmes y los dientes apretados, estoy triste, estoy jodido, tristísima y jodidamente derrotado, mañana todo será estúpido, mañana todo cobrará terrible venganza y la cosa se mostrará tal cual, una insolencia y un sin sentido descomunal, completamente indigno. Ni pensarlo. Tengo las orejas rojas, seco el sudor de las manos. Tengo que sacarle algo, me acerco… lo abrazo … las circulinas revolucionan en la avenida, una extraña empatía entre los nervios pinchados y las máscaras tribales. Yo soy legal causita. Yo no te pongo como esos cagados… ¿cagados?
Muestro la herida en la palma de mi mano. Hermano sobrecogido. Fue un pase perfecto. ¿O no?


6 (Set List)
La notificación judicial abandonada en la mesa sobre la cual acabará pesando una botella de vodka, el borrador de un poema, grageas, planetas, migajas. Después, la extracción de la pulpa síquica a tajo abierto. Del coma profundo del útero enfermo a los síntomas vitales de la esquina sórdida y rota de los otros ángeles del mundo. Arcadas, guitarreos, miradas submarinas abisales, bellísimas y frágiles estructuras mentales, conversamos. Las tripas pensantes al ritmo de un jazz, el progre cuadrilátero o esos trips cromados tan cuerda y tecla y luces lentas y arrebato hermoso, tan solo para nuestra inseparable soledad.
La notificación judicial vuelta pentagrama de lo sentido, declaración de principios tarahumara, media rota y descalabro digital, la agonía apacible y feliz en el refugio distópico de templo y matorral. Y el plomo alimenticio de la especie nuestra.
Yo se que habrá quien no me perdone. Hay dos humanidades.
Y cuando el otro ser se instala en la silla de la madrugada abierta y aberrada, y el humo azul murmura delicias demasiado altas e imperceptibles y nada se detiene o nada pasa entre bocanada y bocanada entonces, solo unas notas compendiadas es todo cuanto por decir se dice: los azules en verde del pájaro alunado, los acuáticos templos de los elegantes monstruos, los ecos planetarios de los desatados en la otra lucidez de la cueva – teatro y todos, todos los virtuosos vuelos de nuestra interminable complicidad.
Oh miseria redimida, porque sabemos el cuidado (y el costo), el tesoro es nuestro. La metástasis y que decirlo, total. Sumamente ensimismados, lívidos, en silencio, observamos un rincón de cielo inventado sin fondo o contornos borroneados. Nunca antes se ha estado tan enfermo, ni tan ben.
Por supuesto que al final, y como todos, yo también me desentiendo. Voces, colores, llantos neonatos, alarmas, alarmas, serenas alarmas, ¿Regreso? Té.


7
Sintió que su historia (si llegaba ser una digna de ese nombre) podía ser también ese tedio indescriptible, ese azar maléfico en el continuo ondulante de los días clonados, y ese monstruoso tráfico de cualquier hora de Lima, esa bestia de seres asfixiados y esquinas de ángulos tragicómicos, donde alguna se vez se estuvo muy tranquilo. Casualidad pura. Dios. Patrones en lo caótico. El absurdo sentido.
Y no olvides el vivir, por sobre todo, en esos tantos vértices ondulantes y letrinas para transportadoras al olvido. He de decirlo para todo lo que habita y descascara y regresa, arena cayendo, unidad quimérica: Comunión. Idioma universal dictado por los súcubos y los cantos goliardos. La plegaria recitada por el dios – nadie, esa moneda, ese calambre, vampiro de sí mismo y del resto. Erótica podredumbre. Antigua vileza proclamada. Ser.
A vivir carajo, y morir ardiendo el cuerpo ruin y mágico. Que la muerte puta, altanera e inmutable, se vaya con el rostro arañado, o con el culo presa de un buen puntaso, o más humildemente, con el cotidiano agravio del canto y el silbido de quien sabe que entra a la ducha, no la de dos por dos metros cuadrados, si no la gigante, la de la viña gamada y el juergón de las indolentes y aburridas deidades.
Antes de poner el punto final de la tragedia, creo, que debemos escribirla hermano. Y en eso estamos. En eso aun estamos.

8
Esta vez sí que la hice durar. Puedo decir, no sin falta de fe (ni emoción), que la reciente situación lo ameritaba. Cada vez que se repetía el ritual, tenía en mente todos los riesgos y gestiones que hubo de realizarse para poder acceder a ello. Era como recontarme la fábula, completa y mejorada en cada ocasión y sentir, cada vez con algo más de fuerza, el peso de las acciones que componen las vidas. Esta vida.
El fuego en una breve erupción de gas y fósforo. La música flotando entre las ondas azulinas de la bruma de junio, envolviendo las cosas con su nube mágica, ácida y viva. El dulce desentendimiento de lo ilusorio y tóxico y blanco de los días mundiales en severo desdoblamiento. Un nuevo establecimiento en ciernes, por llamarlo de alguna forma, personal, efímero, poco circunspecto. Ya qué más da.


9
A los dos humanidades y sus miradas de esfinge sanguínea. Por ahora solo el boceto de lo real absurdo emponzoñado en la memoria del clon tan mal acondicionado. Una señal alienígena en el cielo agitado apocalíptico y se vuelve a ser el poco neumático ejemplar asomático, tan prósperamente asfixiado por la ceniza planeta de la invadida ciudad. Palabras amadas para la noche elegida. Estrella estremecida. Interferencia bélica. Hasta el silencio nuestro. Hermano. Básicamente mamífero codificado binario descomponiendo el exhalado espíritu alucinatorio - orgánico. Soledad. Plácida épica. Idea, color, materia. Unas cuantas vertebras heridas acodadas en lo absoluto de esta derrota mesa en las vidas que soñamos. Y más hermanos. Más.

lunes, 25 de julio de 2011

Presentación



A las dos humanidades y sus miradas de esfinge sanguínea que por ahora solo el boceto de lo real absurdo emponzoña en la memoria del muy mal acondicionado clon. Una señal alienígena en el cielo agitado apocalíptico y se vuelve a ser el poco neumático ejemplar asomático, tan prósperamente asfixiado por la ceniza planeta de la invadida ciudad. Palabras amadas para la noche elegida. Estrella estremecida. Interferencia bélica. Hasta el silencio nuestro. Hermano. Básicamente mamífero codificado binario descomponiendo el exhalado espíritu alucinatorio - orgánico. Soledad. Plácida épica. Idea, color, materia. Unas cuantas vertebras heridas acodadas en lo absoluto de esta derrota mesa en las infra-vidas que ondulamos. (a veces)
http://www.youtube.com/wat​ch?v=s1NHDoYQYUw&feature=r​elated
y más. Hermanos.

miércoles, 29 de junio de 2011

Set List


Set List

La notificación judicial abandonada en la mesa sobre la cual acabará pesando una botella de vodka, el borrador de un poema, grageas, planetas, migajas. Después, la extracción de la pulpa síquica a tajo abierto. Del coma profundo del útero enfermo a los síntomas vitales de la esquina sórdida y rota de los otros ángeles del mundo. Arcadas, guitarreos, miradas submarinas abisales, bellísimas y frágiles estructuras mentales, conversamos. Las tripas pensantes al ritmo de un jazz, el progre cuadrilátero o esos trips cromados tan cuerda y tecla y luces lentas y arrebato hermoso, tan solo para nuestra inseparable soledad.

La notificación judicial vuelta pentagrama de lo sentido, declaración de principios tarahumara, media rota y descalabro digital, la agonía apacible y feliz en el refugio distópico de templo y matorral. Y el plomo alimenticio de la especie nuestra.

Yo se que habrá quien no me perdone. Hay dos humanidades.

Y cuando el otro ser se instala en la silla de la madrugada abierta y aberrada, y el humo azul murmura delicias demasiado altas e imperceptibles y nada se detiene o nada pasa entre bocanada y bocanada entonces, solo unas notas compendiadas es todo cuanto por decir se dice: los azules en verde del pájaro alunado, los acuáticos templos de los elegantes monstruos, los ecos planetarios de los desatados en la otra lucidez de la cueva – teatro y todos, todos los virtuosos vuelos de nuestra interminable complicidad.

Oh miseria redimida, porque sabemos el cuidado (y el costo), el tesoro es nuestro. La metástasis y que decirlo, total. Sumamente ensimismados, lívidos, en silencio, observamos un rincón de cielo inventado sin fondo o contornos borroneados. Nunca antes se ha estado tan enfermo, ni tan ben.
Por supuesto que al final, y como todos, yo también me desentiendo. Voces, colores, llantos neonatos, alarmas, alarmas, serenas alarmas, ¿Regreso? Té.


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miércoles, 1 de junio de 2011

De guitarras, fusiles y mandrágoras






Alguna vez hubo una brisa limpia alucinógena de todo mal y un fusil rastrillado en la memoria de, ahora (parece), tan pocos. Noches de bruma psicodélica de circulinas y cerezas podridas para escapar procreando las confesables fábulas que visten y lustran (¡Oh mi adorada Extasíndrome!) nuestra inexplicable historia. Nuestra no - nata FE. Jardín del mástil cósmico y tribal, de ojos nuevos y vestales mandrágoras invisibles, añorantes.


La luz ondulante se enreda y acomoda en la alambrada tersa tendida entre la razón y la idiotez, allí, donde las generaciones onanistas calculan abismos y cuadran el círculo retratando instancias que otros tantos ven y no ven y casi siempre se está a solas con la humana bestia, planeando lento sobre esos sentidos kilowatios guitarreros, extrañando ausentes, idénticos de espíritu (y ser), aun cuando los muertos no se han ido. Vacío. Presto a camotear al prójimo, en absoluto próximo. Pobres y tristísimos. Todos nosotros.


La inutilidad de nuestros rezos se habrá ganado (a punta de macanazos y horas extras) el gorrito del mes, las dosis y el kaki overol de eterno pasajero. Miradas que aguardan. Gestos que descifran. Sobre_todos puestos, hermano mío. Bien puestos. Lo veo. Los veo.


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Ilustración: Ricardo del Valle Aguirre


Tema_Video: Just Like London - Sumo (Luca Prodan)


Agradecimientos a Angel Valades, por todo el punche, buena vibra, aporte y mediación para con este proyecto. Infinitas gracias hermano. SAlud

martes, 5 de abril de 2011

jueves, 10 de marzo de 2011

Sol de sangre

*

Serene tu rostro
sobre los nuevos reinos
en las costas de la materia poseída
con los sentidos espesos

la noche nacarada fue el triunfo
del océano en el trasfondo de
los oscuros solos en los campos adolescentes,
y guitarras en odas a la batuta feliz,
dueña en ti de las malignas flores
la demencia de las células contadas,
y labios salados. Podría
decirse que sí,
mi impertérrito hermano,

sentir el reclamo de la bestial virgen
en los cuerpos más intocados por el sueño azul.
Luces aleatorias indolentes en sus cánticos
Hasta el enfermo viaje
La Palidez.

por la nueva puerta de alguna música
en nuestro natural delirio
¿pero es que esto se termina así?

Sol de sangre.

La Maga querrá despedirse.

¿Calmado?

martes, 1 de marzo de 2011





17


—No me gusta hablar de él por hablar dijo la Maga.

—Está bien —dijo Gregorovius—. Yo solamente preguntaba.

—Puedo hablar de otra cosa, si lo que quiere es oír hablar.

—No sea mala.

—Horacio es como el dulce de guayaba —dijo la Maga.

—¿Qué es el dulce de guayaba?

—Horacio es como un vaso de agua en la tormenta.

—Ah —dijo Gregorovius.

—El tendría que haber nacido en esa época de que habla madame Léonie cuando está un poco bebida. Un tiempo en que nadie estaba intranquilo, los tranvías eran a caballo y las guerras ocurrían en el campo. No había remedios contra el insomnio, dice madame Léonie.

—La bella edad de oro —dijo Gregorovius—. En Odessa también me han hablado de tiempos así. Mi madre, tan romántica, con su pelo suelto... Criaban los ananás en los balcones, de noche no había necesidad de escupideras, era algo extraordinario. Pero yo no lo veo a Horacio metido en esa jalea real.

—Yo tampoco, pero estaría menos triste. Aquí todo le duele, hasta las aspirinas le duelen. De verdad, anoche le hice tomar una aspirina porque tenía dolor de muelas. La agarró y se puso a mirarla, le costaba muchísimo decidirse a tragarla. Me dijo unas cosas muy raras, que era infecto usar cosas que en realidad uno no conoce, cosas que han inventado otros para calmar otras cosas que tampoco se conocen... Usted sabe cómo es cuando empieza a darle vueltas.

—Usted ha repetido varias veces la palabra «cosa»—dijo Gregorovius—. No es elegante pero en cambio muestra muy bien lo que le pasa a Horacio. Una víctima de la cosidad, es evidente.

—¿Qué es la cosidad? —dijo la Maga.

—La cosidad es ese desagradable sentimiento de que allí donde termina nuestra presunción empieza nuestro castigo. Lamento usar un lenguaje abstracto y casi alegórico, pero quiero decir que Oliveira es patológicamente sensible a la imposición de lo que lo rodea, del mundo en que se vive, de lo que le ha tocado en suerte, para decirlo amablemente. En una palabra, le revienta la circunstancia. Más brevemente, le duele el mundo. Usted lo ha sospechado, Lucía, y con una inocencia deliciosa imagina que Oliveira sería más feliz en cualquiera de las Arcadias de bolsillo que fabrican las madame Léonie de este mundo, sin hablar de mi madre la de Odessa. Porque usted no se habrá creído lo de los ananás, supongo.

—Ni lo de las escupideras —dijo la Maga—. Es difícil de creer.

A Guy Monod se le había ocurrido despertarse cuando Ronald y Etienne se ponían de acuerdo para escuchar a Jelly Roll Morton; abriendo un ojo decidió que esa espalda que se recortaba contra la luz de las velas verdes era la de Gregorovius. Se estremeció violentamente, las velas verdes vistas desde una cama le hacían mala impresión, la lluvia en la claraboya mezclándose extrañamente con un resto de imágenes de sueño, había estado soñando con un sitio absurdo pero lleno de sol, donde Gaby andaba desnuda tirando migas de pan a unas palomas grandes como patos y completamente estúpidas. «Me duele la cabeza», se dijo Guy. No le interesaba en absoluto Jelly Roll Morton aunque era divertido oír la lluvia en la claraboya y que Jelly Roll cantara: Stood in a correr, with her feet soaked and wet..., seguramente Wong hubiera fabricado en seguida una teoría sobre el tiempo real y el poético, ¿pero sería cierto que Wong había hablado de hacer café? Gaby dándole migas a las palomas y Wong, la voz de Wong metiéndose entre las piernas de Gaby desnuda en un jardín con flores violentas, diciendo: «Un secreto aprendido en el casino de Mentor.» Muy posible que Wong, después de todo, apareciera con una cafetera llena.

Jelly Roll estaba en el piano marcando suavemente el compás con el zapato a falta de mejor percusión, Jelly Roll podía cantar Mamie’s Blues hamacándose un poco, los ojos fijos en una moldura del cielo raso, o era una mosca que iba y venía o una mancha que iba y venía en los ojos de Jelly Roll. Two-nineteen done took my baby away... La vida había sido eso, trenes que se iban llevándose y trayéndose a la gente mientras uno se quedaba en la esquina con los pies mojados, oyendo un piano mecánico y carcajadas manoseando las vitrinas amarillentas de la sala donde no siempre se tenía dinero para entrar. Two-nineteen done took my baby away... Babs había tomado tantos trenes en la vida, le gustaba viajar en tren si al final había algún amigo esperándola, si Ronald le pasaba la mano por la cadera, dulcemente como ahora, dibujándole la música en la piel, Two-seventeen’ll bring her back some day, por supuesto algún día otro tren la traería de vuelta, pero quién sabe si Jelly Roll iba a estar en ese andén, en ese piano, en esa hora en que había cantado los blues de Mamie Desdume, la lluvia sobre una claraboya de París a la una de la madrugada, los pies mojados y la puta que murmura If you can’t give a dollar, gimme a lousy dime, Babs había dicho cosas así en Cincinnati, todas las mujeres habían dicho cosas así alguna vez en alguna parte, hasta en las camas de los reyes, Babs se hacía una idea muy especial de las camas de los reyes pero de todos modos alguna mujer habría dicho una cosa así, If you can’t give a million, gimme a lousy grand, cuestión de proporciones, y por qué el piano de Jelly Roll era tan triste, tan esa lluvia que había despertado a Guy, que estaba haciendo llorar a la Maga, y Wong que no venía con el café.

—Es demasiado —dijo Etienne, suspirando—. Yo no sé cómo puedo aguantar esa basura. Es emocionante pero es una basura.

—Por supuesto no es una medalla de Pisanello —dijo Oliveira.

—Ni un opus cualquier cosa de Schoenberg —dijo Ronald—. ¿Por qué me lo pediste? Aparte de inteligencia te falta caridad. ¿Alguna vez tuviste los zapatos metidos en el agua a medianoche? Jelly Roll sí, se ve cuando canta, es algo que se sabe, viejo.

—Yo pinto mejor con los pies secos —dijo Etienne—. Y no me vengas con argumentos de la Salvation Army. Mejor harías en poner algo más inteligente, como esos solos de Sonny Rollins. Por lo menos los tipos de la West Coast hacen pensar en Jackson Pollock o en Tobey, se ve que ya han salido de la edad de la pianola y la caja de acuarelas.

—Es capaz de creer en el progreso del arte dijo Oliveira, bostezando—. No le hagás caso, Ronald, con la mano libre que te queda saca el disquito del Stack O’Lee Blues, al fin y al cabo tiene un solo de piano que me parece meritorio.

—Lo del progreso en el arte son tonterías archisabidas —dijo Etienne—. Pero en el jazz como en cualquier arte hay siempre un montón de chantajistas. Una cosa es la música que puede traducirse en emoción y otra la emoción que pretende pasar por música. Dolor paterno en fa sostenido, carcajada sarcástica en amarillo, violeta y negro. No, hijo, el arte empieza más acá o más allá, pero no es nunca eso.

Nadie parecía dispuesto a contradecirlo porque Wong esmeradamente aparecía con el café y Ronald, encogiéndose de hombros, había soltado a los Waring’s Pennsylvanians y desde un chirriar terrible llegaba el tema que encantaba a Oliveira, una trompeta anónima y después el piano, todo entre un humo de fonógrafo viejo y pésima grabación, de orquesta barata y como anterior al jazz, al fin y al cabo de esos viejos discos, de los show boats y de las noches de Storyville había nacido la única música universal del siglo, algo que acercaba a los hombres más y mejor que el esperanto, la Unesco o las aerolíneas, una música bastante primitiva para alcanzar universalidad y bastante buena para hacer su propia historia, con cismas, renuncias y herejías, su charleston, su black bottom, su shimmy, su foxtrot, su stomp, sus blues, para admitir las clasificaciones y las etiquetas, el estilo esto y aquello, el swing, el bebop, el cool, ir y volver del romanticismo y el clasicismo, hot y jazz cerebral, una música-hombre, una música con historia a diferencia de la estúpida música animal de baile, la polka, el vals, la zamba, una música que permitía reconocerse y estimarse en Copenhague como en Mendoza o en Ciudad del Cabo, que acercaba a los adolescentes con sus discos bajo el brazo, que les daba nombres y melodías como cifras para reconocerse y adentrarse y sentirse menos solos rodeados de jefes de oficina, familias y amores infinitamente amargos, una música que permitía todas las imaginaciones y los gustos, la colección de afónicos 78 con Freddie Keppard o Bunk Johnson, la exclusividad reaccionaria del Dixieland, la especialización académica en Bix Beiderbecke o el salto a la gran aventura de Thelonius Monk, Horace Silver o Thad Jones, la cursilería de Erroll Garner o Art Tatum, los arrepentimientos y las abjuraciones, la predilección por los pequeños conjuntos, las misteriosas grabaciones con seudónimos y denominaciones impuestas por marcas de discos o caprichos del momento, y toda esa francmasonería de sábado por la noche en la pieza del estudiante o en el sótano de la peña, con muchachas que prefieren bailar mientras escuchan Star Dust o When your man is going to put you down, y huelen despacio y dulcemente a perfume y a piel y a calor, se dejan besar cuando es tarde y alguien ha puesto The blues with a feeling y casi no se baila, solamente se está de pie, balanceándose, y todo es turbio y sucio y canalla y cada hombre quisiera arrancar esos corpiños tibios mientras las manos acarician una espalda y las muchachas tienen la boca entreabierta y se van dando al miedo delicioso y a la noche, entonces sube una trompeta poseyéndolas por todos los hombres, tomándolas con una sola frase caliente que las deja caer como una planta cortada entre los brazos de los compañeros, y hay una inmóvil carrera, un salto al aire de la noche, sobre la ciudad, hasta que un piano minucioso las devuelve a sí mismas, exhaustas y reconciliadas y todavía vírgenes hasta el sábado siguiente, todo eso en una música que espanta a los cogotes de platea, a los que creen que nada es de verdad si no hay programas impresos y acomodadores, y así va el mundo y el jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra, saltabarreras, burlaaduanas, algo que corre y se difunde y esta noche en Viena está cantando Ella Fitzgerald mientras en París Kenny Clarke inaugura una cave y en Perpignan brincan los dedos de Oscar Peterson, y Satchmo por todas partes con el don de ubicuidad que le ha prestado el Señor, en Birmingham, en Varsovia, en Milán, en Buenos Aires, en Ginebra, en el mundo entero, es inevitable, es la lluvia y el pan y la sal, algo absolutamente indiferente a los ritos nacionales, a las tradiciones inviolables, al idioma y al folklore: una nube sin fronteras, un espía del aire y del agua, una forma arquetípica, algo de antes, de abajo, que reconcilia mexicanos con noruegos y rusos y españoles, los reincorpora al oscuro fuego central olvidado, torpe y mal y precariamente los devuelve a un origen traicionado, les señala que quizá había otros caminos y que el que tomaron no era el único y no era el mejor, o que quizás había otros caminos, y que el que tomaron era el mejor, pero que quizá había otros caminos dulces de caminar y que no los tomaron, o los tomaron a medias, y que un hombre es siempre más que un hombre y siempre menos que un hombre, más que un hombre porque encierra eso que el jazz alude y soslaya y hasta anticipa, y menos que un hombre porque de esa libertad ha hecho un juego estético o moral, un tablero de ajedrez donde se reserva ser el alfil o el caballo, una definición de libertad que se enseña en las escuelas, precisamente en las escuelas donde jamás se ha enseñado y jamás se enseñará a los niños el primer compás de un ragtime y la primera frase de un blues, etcétera, etcétera.

I could sit right here and think a thousand miles away,
I could sit right here and think a thousand miles away,

Since I had the blues this bad, I can’t remember the day...



JC. - Rayuela

Negative



Leer primero (full screen)


Hoy es día de corte del servicio de comunicaciones, el cual se realizó con total normalidad luego de pasados algunos minutos de las 9 a.m. mientras se especulaba sobre posibles correos electrónicos laborales, familiares, de finanzas y hasta de codazos virtuales con los amigos que incluye nueva protesta del Polilla, esta vez con una queja igual de indignante (e indignada) que la anterior.
Sumergido entonces en esas nubes floydianas donde una opulenta puesta post nuclear, por un lado y un arcoíris totalmente Kurosawa, Juan Ramón pelo suelto en medio, por otro, obligaban ahora pasar a la actividad inevitable (perdón, y eso, ¿mediante el enfoque conductista o cognitivo profesor?). Soma.
Reapareció la pipa, un moño dentro, hay un scanner, ganas de comprar todos los de hoy en el quiosco, (El sr Urquizo tendrá que cambiar el apellido Zárate en la agenda). ¿Y pitufina? Cortázar tal vez estaría triste. Está bien carajo. Está bien.
En todo caso, lo que digan esos saxos tan sensualmente agónicos. 4 últimas grageas (palabras de desagrado). El jueves se dictará seguramente. Llamadas del Ministerio de la Razón (¿Sr Eduardo Braga? Le llamamos de Minizón …). Respuestas de volado. Negative.
Los detalles del alcance podrán observarse ya con algo de calma (si aun queda) por el ciudadano reluciente de mitos y anonimato.
Home, home again.

PD.- Superman gratis. Lámina 34.

miércoles, 2 de febrero de 2011

sábado, 29 de enero de 2011

Kokkyō Junreika

nervio
Nervio.

ha sido mi palabra queriendo copularse con la tuya
los rasgos, lo preciso, la sangre en el ojo de la muñeca
en las ocho en punto de los pabellones solares y colores líquidos

(el bronce derretido)

realmente se juega uno la vida, hermano,
es como un desdoblamiento una voz dictando las sentencias
agujeros del cerebro...lo que habita en los espejos y casi nunca vemos

Nervio.
nervio



Nuevamente la cortesia corre por cuenta de Mr. Polilla
Gracias man por toda esta magia
Resistencia
Bramón
http://elataquedelmothman.blogspot.com/

lunes, 24 de enero de 2011

aros

aros

voy a tener que sobrevivirte
aun ahora que te veo a los ojos y no digo nada
que hablo y no hablo de los azares benditos y
de los esperados desencuentros dormidos
de las otras voluntades y el fracaso
de esta mancomunada existencia
que acaso empieza con aquel silencio
y esos risueños y sonoros quiebres mentales soltados
uno tras otro, con poder
todo amor, eso sí,
en secuencia:
Lunes, Martes, Etcétera...

(sobrevivirte)

con mi droga querida en el corazón derecho
(el izquierdo por supuesto)
en los ojos eyaculados de escarlata de todos nuestros huérfanos
inventando lo inventado
sin remedio
horizonte, cápsula, moneda, pezón
"y yo te quiero"
"pero señor.. "
Por dios.

el soma
la bala, los besos por pantalla
la historia grave de cien enanos en el bosque irradiado
todos al unísono enfrascados...
a tanto los centavos.
Allí voy

entre un eclipse y otro
con las ruedas del carruaje patas arriba
girando,
como todo,
por inercia

Voy a tener que sobrevivirte.
Justamente,
a eso voy.