jueves, 10 de marzo de 2011

Sol de sangre

*

Serene tu rostro
sobre los nuevos reinos
en las costas de la materia poseída
con los sentidos espesos

la noche nacarada fue el triunfo
del océano en el trasfondo de
los oscuros solos en los campos adolescentes,
y guitarras en odas a la batuta feliz,
dueña en ti de las malignas flores
la demencia de las células contadas,
y labios salados. Podría
decirse que sí,
mi impertérrito hermano,

sentir el reclamo de la bestial virgen
en los cuerpos más intocados por el sueño azul.
Luces aleatorias indolentes en sus cánticos
Hasta el enfermo viaje
La Palidez.

por la nueva puerta de alguna música
en nuestro natural delirio
¿pero es que esto se termina así?

Sol de sangre.

La Maga querrá despedirse.

¿Calmado?

3 comentarios:

  1. para nada calmado... pero extrañamente aferrado a ese hilo delgado, esa línea difusa que el carbono y los polos opuestos ahuyentan... usted lo sabe, usted lo sabe.

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  2. Pienso que para entender estos poemas hay que haber visto el Colchón, haber tenido todo el tiempo del mundo para malgastarlo viendo durante horas el ápice triangular de una iglesia, el remate delicado del zócalo de una habitación, para entender de golpe y fatalmente que el tiempo también es esa inmovilidad, esa suspensión entre dos abismos que jamás han de mirarse. Hay que haber sido adolescente, dueño de una fe tan inaudita e intensa que hasta hoy conserva sus tizones ardiendo, iluminando apenas, apenas, la soledad y la desesperanza.

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  3. Aferrado a la imagen sin borde. Sí, lo se hermano John, yo lo se.
    Ah! el Colchón, esa isla de mandrágoras y floripondios, luces curvas y niños alunados.
    La cereza de lo inmundo, Anónima voz, como toda ilumincación de la infinita desesperanza.

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